Papá Noel está gordo, obligatoriamente gordo. No puede hacer dieta para cumplir con su papel, y pinta canas y arrugas en la piel.
Los sueños, los verdaderos sueños, en esta maravillosa sociedad del sálvese quien pueda, cotizan muy barato, tanto como el trabajo. Y el de Papá Noel no es una excepción. Por mucho que se empeñen con su verborrea de recetas misioneras y visionarias, lo único que les interesa de sus Papá Noel es su sonrisa mientras dura la representación.
Estamos saliendo de la crisis pero Papá Noel no lo sabe todavía y arrastra su vida y su trabajo en un mundo de luces de colores que se apagan al irse el último cliente.