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lunes, 9 de marzo de 2020

Caminando hacia el vacío

A título individual sentimos el vacío ante aquellas decisiones que adoptamos que nos pueden conducir al fracaso más estrepitoso. La posibilidad de que nuestro pequeño mundo se hunda es algo que podemos vislumbrar e incluso asumir como consecuencia de nuestras acciones. Pero cuando se trata de ir más allá de nuestro círculo inmediato, de ver nuestra ciudad, nuestro país o nuestro planeta, se instaura en nosotros una sensación de lejanía para alejar lo más posible cualquier análisis racional.

De Ryanicus Girraficus - Trabajo propio,
Dominio público, Enlace
No es nuestro problema;
vaya usted a saber si eso es así;
no es posible que tal cosa ocurra,
no vamos a estar tan locos;
realmente nosotros podemos hacer muy poco.

Es difícil imaginar para el ser humano actual que podamos caminar hacia algún tipo de autodestrucción, enmarcados como estamos en una ideología de progreso continuo en la que sólo cabe seguir avanzando, y donde la mera idea del retroceso no está contemplada o, como se dice ahora, no es una opción. Técnicos y científicos alumbran nuestro camino con la desfachatez de quien pretende estar en posesión de verdades inmutables y no cuestionables.

La idea de que dios nos dio el mundo para nuestro pleno uso y disfrute ha contaminado el pensamiento humano haciéndonos creer que nos podemos apropiar de todo cuanto nos rodea si contamos con el suficiente poder para ello, y ahí incluimos al resto de seres humanos. La idea de humanidad no va más allá de lo imprescindible para describir el conjunto de seres humanos que habitamos este planeta.

El miedo es un elemento fundamental de nuestra existencia que nos pone en alerta ante la necesidad de valorar las consecuencias de nuestros actos, mas se convierte en una bomba de relojería cuando no le prestamos atención o pretendemos ignorarlo, provocando al final la catástrofe que no quisimos prever.

Estas reflexiones me vienen a la cabeza tras leer el artículo de Rafael Poch, A dos minutos del suicidio, publicado en la revista Contexto y Acción hace un mes. En él se refiere al Reloj del Apocalipsis (Doomsday Clock, en inglés), creado en 1947 por el Boletín de Científicos Atómicos, reloj que mide el grado de amenaza nuclear, ambiental y tecnológica para la Humanidad, y que actualmente señala que estamos a 100 segundos del caos final.

Deseo que no sea exacto aunque internamente se que hay más que motivos para la preocupación que deben hacernos reflexionar sobre el mundo que realmente tenemos en nuestras manos. Cuando el desastre sea inminente los poderosos nos dirán que es mejor que nos quedemos en casa confinados y confiados en su sabia dirección técnica: salvarse ellos.

Como bien expresa el lema de este blog, en el caos el poder manda.