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domingo, 18 de septiembre de 2016

El despiste de la izquierda

Cuando se habla de las llamadas rentas mínimas o Ingreso mínimo vital no es raro escuchar los peros de rigor: que si incentiva a que la gente se quede en casa sin trabajar o que es injusta porque la recibirían tanto personas sin recursos como otras con ellos.
Resulta desalentador como la izquierda política asume este discurso fundamentado en una visión estrecha y negativa del ser humano, y más concretamente de los trabajadores. No es la lectura del trabajo como elemento liberador, reservado para los emprendedores, sino como una auténtica maldición bíblica. La izquierda, una vez más, renuncia a realizar un análisis de clase que tenga en cuenta los intereses objetivos de los trabajadores en una sociedad de mercado.

East Side Eviction
De autor desconocido [Dominio público],
vía Wikimedia Commons
Tras este discurso apenas se esconde el interés material del poder económico por mantener una clase trabajadora sometida a sus condiciones económicas o, como suelen decir, a las condiciones del mercado. 

La primera consecuencia objetiva y práctica de que la ciudadanía disponga de una renta garantizada es que no aceptaría salarios de miseria, como los que nos imponen a capa y espada actualmente. De ahí la oposición radical y el discurso simplista del poder sobre sus consecuencias.

Por su parte la izquierda moderada habla de una renta mínima que no permite salir del nivel de supervivencia y con tantas condiciones que limitan su aplicación a sectores muy empobrecidos, y nunca como un derecho individual ya que lo liga a la renta familiar.

Ciertamente hay más aspectos a considerar pero me interesa señalar el grado de confusión en que se mueve la izquierda cuando renuncia a un análisis propio.



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